«La clave no es evitar el fracaso, sino utilizarlo para construir algo mejor.»
– Carol Dweck, Mindset (2018)
La frase: «Suelta, deja de tener el control» invita a una reflexión profunda sobre nuestra relación con el entorno, las expectativas, los miedos y los resultados. La necesidad de control puede parecer una forma de mantener el equilibrio, pero con frecuencia se convierte en un obstáculo para experimentar la vida de manera plena.
El control está relacionado con la creencia de que, si todo está perfectamente planificado, evitaremos errores, fracasos o dolor. Sin embargo, Carol Dweck, autora de Mindset (2018), señala que este comportamiento limita nuestra capacidad de adaptación y aprendizaje, lo limita. El control excesivo es un reflejo de una mentalidad fija, donde el miedo al cambio y al error domina nuestras decisiones
El impacto del control excesivo
- Estrés y agotamiento emocional: Intentar controlar cada detalle genera una presión constante, que a menudo resulta insostenible, repercute en cansancio, hastío, desgaste.
- Falta de flexibilidad: Cuando nos aferramos al control, nos cerramos a nuevas oportunidades o soluciones creativas. Todo lo expresado fuera de las ideas propuestas no funcionará o no está bien.
- Relaciones deterioradas: En las relaciones interpersonales, el control puede generar tensiones al limitar la autonomía del otro. Generar molestia, incomodidad, conflicto.
- Bloqueo del aprendizaje: Los errores son fundamentales para crecer; evitarlos a toda costa nos impide desarrollar resiliencia y adaptabilidad. Ver el error como «negativo o malo», limita su encuentro y lo que aporta de origen.
La teoría de Carol Dweck: Mentalidad de crecimiento
Dweck distingue entre dos tipos de mentalidad:
- Mentalidad fija: Se basa en evitar errores y mantener todo bajo control. Las personas con esta mentalidad ven el error como un fracaso personal.
- Mentalidad de crecimiento: Acepta que el error es parte del proceso de aprendizaje y permite que las cosas fluyan sin obsesionarse con el control.
Según Dweck, soltar el control no significa perderlo todo, sino ganar una mayor capacidad para adaptarse y crecer. Al aceptar la incertidumbre, abrimos espacio para el desarrollo personal y profesional.
«Suelta» no es un acto de debilidad, sino de fortaleza. Al dejar de intentar controlar todo, nos damos permiso para experimentar la vida de una manera más auténtica y enriquecedora. Como señala Dweck, «La clave no es evitar el fracaso, sino utilizarlo para construir algo mejor.»