ESAS SITUACIONES QUE PASAN EN LA VIDA; CONTINUAS, COMUNES.

Hace unas semanas, al salir de casa, tomamos una calle, empezó a llover y casi sin darnos cuentas, tuvimos un accidente. Un momento de crisis, en el mundo, cotidiano, solo que nos pasó a nosotros y en ese momento me apropié de la situación.

Hubo momentos de incertidumbre, inciertos, retomar la calma fue complicado; solo salimos a tomar un helado, más el asfalto recién mojado y la impericia de unos, la velocidad de otros y el todo conjugado y conjuntado presentó el momento. La primera reacción fue de seguridad: ¿»Están bien»?, la respuesta fue tardía y firme, ese vacío generó angustia.

El punto era riesgoso, los vehículos corrían sin ser ellos parte del accidente, en la rutina de querer llegar a sus destinos. Una moto en el suelo me hizo regresar súbitamente a la realidad: en la distancia estaba él que la tripulaba, caminando en círculos, dándose cuenta de que el accidente no había dejado para él secuelas. Me acerqué y pregunté, —¿Cómo estás?—, me miró con el caso y la visera abierta y dijo: «bien, todo bien».

Al revisar, él fue el primero en caer, sin provocar ningún accidente más que el suyo. Los demás, accidentes propios, producto de la carpeta mojada, el aceite y demás componentes. Detrás, un incidente más se había presentado dañando a otros vehículos más.

A las horas, salimos de lo administrativo y pudimos irnos, aún la angustia estaba presente con la adrenalina. El día terminó, una anécdota más de vida. Estuvimos los propios, los mismos, al final en el recuento de los daños, solo saldos materiales y la angustia de lo que pudo pasar, que no pasó. El sueño llegó tarde, fue difícil conciliar esa noche. El nuevo día llegó….

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