En un mundo cada vez más hiperconectado, nos enfrentamos constantemente a situaciones en las que criticar o derribar lo que otros hacen se ha vuelto casi un deporte. Basta con un clic para dejar un comentario negativo o un “no me gusta”, sin mayor análisis o argumento detrás. ¿Por qué sucede esto? Desde la filosofía, la psicología e incluso la neurociencia, hay varias razones que pueden ayudarnos a comprenderlo.
- Filosofía: la inercia de la destrucción
Muchos filósofos han señalado la diferencia entre la creación y la destrucción. El acto de destruir se asocia con la pasividad y la instantaneidad: no demanda un conocimiento profundo de la obra ni un esfuerzo para comprenderla. En cambio, para construir se requiere ingenio, perseverancia y un sentido de responsabilidad hacia los demás. Kant hablaba de la importancia del “imperativo categórico” como un llamado moral a actuar de manera que nuestros actos pudieran tomarse como norma universal. Desde esta perspectiva, la destrucción rápida y sin criterio sería una acción incompatible con un verdadero sentido ético. - Psicología: sesgo de negatividad y necesidad de reconocimiento
Desde la psicología, el sesgo de negatividad nos muestra que el cerebro humano tiende a dar más importancia a lo negativo que a lo positivo. Esto explicaría por qué las críticas y los ataques se difunden con tanta facilidad. Además, el deseo de reconocimiento y pertenencia social puede empujar a algunas personas a utilizar la crítica destructiva como vía rápida de obtener atención. Criticar algo o a alguien sin fundamento a menudo genera reacciones inmediatas, likes o respuestas que, en un sentido perverso, refuerzan la conducta. - Neurociencias: el circuito de la recompensa
¿Qué tiene que ver el cerebro con este tema? Mucho. El acto de opinar, aunque sea de manera negativa, activa el circuito de la recompensa en nuestro cerebro. La retroalimentación inmediata que se recibe al soltar un comentario “polémico” puede generar liberación de dopamina, la hormona asociada al placer y la recompensa. Así, la destrucción se vuelve una respuesta “gratificante” en el corto plazo, aunque sus consecuencias a largo plazo sean negativas para la convivencia social y el desarrollo de relaciones constructivas. - Redes Sociales y el fenómeno del anonimato
La facilidad de opinar anónimamente o tras un perfil con poca información personal alienta comportamientos que en la vida real, cara a cara, no se presentarían con la misma frecuencia. En este ecosistema digital, los individuos pueden sentirse menos responsables de sus palabras, lo que disminuye su criterio a la hora de destruir. - Construir como alternativa
Frente a la inmediatez de la destrucción, la construcción requiere reflexión, entendimiento y trabajo en equipo. Apela a la empatía y el diálogo, en lugar de la crítica vacía. También conlleva asumir la posibilidad de equivocarse y la humildad de corregir el rumbo cuando sea necesario. Por ello, construir es más difícil pero, a la larga, tiene un impacto positivo mucho mayor.
¿Cómo aplicar esta visión en la vida diaria?
- Fomentar el pensamiento crítico: Investigar antes de opinar, contrastar fuentes y entender la complejidad de un tema.
- Gestionar impulsos: Tomar un tiempo antes de escribir un comentario negativo y reflexionar sobre su propósito.
- Practicar la empatía: Ponerse en el lugar del otro, reconocer que todos estamos en un proceso de aprendizaje y que la crítica destructiva no aporta mejoras.
- Valorar los esfuerzos: Reconocer el trabajo y la dedicación detrás de cada proyecto, aunque no estemos de acuerdo.
- Ejercer la responsabilidad digital: Entender que lo que decimos en redes puede tener repercusiones reales.
En conclusión, destruir es efectivamente sencillo y no requiere gran criterio; sin embargo, construir demanda compromiso, conocimientos y valores que eleven nuestro diálogo y nuestras acciones. Cambiar esta tendencia al juicio fácil por una mirada más reflexiva y empática será clave para fomentar un entorno —virtual y real— donde el crecimiento colectivo sea posible. La próxima vez que nos veamos tentados a “destruir”, recordemos que optar por construir puede llevar más tiempo, pero deja una huella positiva y auténtica en nuestras vidas y en la de los demás.