SOY LO QUE APRENDÍ… Vemos lo que somos…
Quizás sea complicado tomarlo como una máxima, o tratar de traducirlo de manera directa, de acuerdo, lo tomaremos como una mínima, pero por favor tómese en cuenta. El planteamiento de este documento determina, por un lado, la forma como percibo al mundo, y por otro lado, la manera en que contacto con el mundo y me expreso ante sus vivencias. En este ensayo, reflexionaré sobre cómo nuestra percepción del mundo está profundamente influenciada por nuestros orígenes, experiencias y el contexto en que vivimos, utilizando conceptos de la Programación Neurolingüística (PNL).
Considero, primero que nada, que es necesario hacer un alto en la vida para reflexionar y configurar si mi forma de ver las cosas tiene relación con mi origen y mis referentes. La PNL nos dice que percibimos el mundo a través de nuestros sentidos: ver, escuchar y sentir. Desde esta perspectiva, desarrollo y potencio lo que capto de la vida, generando estímulos visuales, auditivos y kinestésicos. Lo que me permito ver tiene su mayor contacto con el entorno en la visión; lo que escucho se basa en la escucha activa y lo que traduzco de lo que escucho; y lo que siento, aquellos considerados kinestésicos, son los estímulos que percibo del mundo a través de mis emociones y sensaciones.
Una vez definido en mis términos lo que percibo, debo tener en cuenta que los estímulos se traducen (decodifican) lógicamente de acuerdo a mi vivencia y mi experiencia. Esta traducción se debe a dos factores: la influencia cultural y el contexto. La influencia cultural está vinculada a la familia y la forma en que se toman algunas cosas. Por ejemplo, al percibir el olor a mole, automáticamente pienso en una fiesta y me pregunto: «¿De quién es el cumpleaños?». Esto es una connotación personal. El contexto, por otro lado, se refiere al tiempo, lugar y circunstancia de lo percibido. Por ejemplo, si mi hijo de 2 años se pone las zapatillas de mamá, puedo tener temor de que esta sea una postura homosexual, pero esto puede ser una interpretación errónea basada en la falta de contexto adecuado.
Para ilustrar cómo la percepción puede variar, propongo un ejercicio con una imagen ambigua: una pareja abrazada dentro de una botella. Les pido que vean detenidamente la imagen y noten cómo sus percepciones pueden variar. Un adulto puede ver una pareja abrazada, mientras que un niño puede ver delfines. Esto demuestra que vemos aquello que en contexto podemos ver, y seleccionamos lo que es de mayor importancia para nosotros.
La percepción no solo es nuestro proceso de asimilar los estímulos, sino que también determina la manera en que reaccionamos, cómo nos manejamos o conducimos en el entorno que nos rodea, y cómo convivimos en sociedad. La traducción de los estímulos nos permite tomar una postura en la vida. Nuestro registro genera contextos, define estímulos y analiza la frecuencia de los mismos, así como su impacto y trascendencia. Este proceso genera un depósito de datos (experiencia) que será referente para estímulos posteriores, clasificando nuevos estímulos en función de estos referentes.
Regresando al ejemplo del niño que se pone las zapatillas de mamá, es crucial entender que a los dos años, el enfoque de la sexualidad está orientado a la individualidad y el reconocimiento. El niño imita a la imagen dominante para él, buscando imitar, complacer y ser tomado en cuenta. Los padres deben analizar sus temores y, si estos son recurrentes, visitar a un psicoterapeuta para establecer referentes y aclarar dudas. Ser agresivo con los niños puede confirmar un estado emocional negativo, impactando su desarrollo emocional. Los niños requieren confirmación, afecto, apego, respeto y comunicación, y es responsabilidad de los padres proporcionar estas condiciones.